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Hablemos de Cristo

  • Ana Cabral
  • 17 feb 2016
  • 3 Min. de lectura

Hablar es, sin lugar a dudas, una de las habilidades más sorprendentes del ser humano. Los procesos que nuestra mente realiza para comunicarnos son muy profundos y hasta incluso inexplicables. Los seres humanos somos capaces de aprender un idioma, crear nuevas palabras, producir oraciones y aun entender lo que otros dicen. Todo esto es indudablemente la obra de un Dios perfecto. El habla es una actividad inherente al hombre a través de la cual se comunica con otros seres humanos, expresando sentimientos, emociones, opiniones que le permiten generar y afianzar vínculos.


Recientemente he estado compartiendo un viaje con mi familia, fuimos de vacaciones a Brasil por diez días. Durante ese tiempo, mis oportunidades de hablar de Cristo fueron reducidas a cero ya que ellos no comparten mi fe. He estado sujeta a una especie de censura implícita que providencialmente me llevó a leer más mi Biblia y escribir algunas entradas para este blog. Creo y confío en que el Señor ha dispuesto para mí de ese tiempo para que en la quietud y tranquilidad mi corazón medite más y más en ÉL (Eclesiastés 3:7). De todas formas extrañé mucho a mis amigos y hermanos en Cristo, aún aquellos con quienes quizás no comparto mucho tiempo. Eso me llevó a pensar por qué me ocurrió eso. “¿Por qué extraño a hermanos con quienes quizá tampoco tengo muchas cosas en común?” La respuesta fue más fácil de lo que pensé: Aún con los hermanos a quienes solamente saludo, y con los que “exteriormente” quizás no tengo nada en común, interiormente, esto es en mi alma, lo tengo todo en común pues Cristo es nuestro tesoro.

Las escrituras hablan de una unión íntima del creyente con Cristo y aún de los creyentes entre sí, ya que todos formamos parte del mismo cuerpo.

“Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo,

y todos miembros los unos de los otros.”

Romanos 12:5


Esta unión entre los creyentes no está fundada sobre posesiones, gustos u opiniones, sino sobre un fundamento glorioso: La sangre del Señor y Salvador Jesucristo que ha sido derramada por nosotros y nos ha hecho formar parte de su pueblo. Entonces no hay un tesoro más valioso para el creyente que Cristo mismo. Y si Jesús es lo más preciado en nuestros corazones solo queremos conocerle más, estar más cerca de Él y hablar más de lo que nuestro Padre ha hecho y aún sigue haciendo en nuestras vidas.

“Porque de la abundancia del corazón habla la boca” Mateo 12:34


Aunque muchas veces fallamos, desfallecemos y hasta a veces nos parece gravoso o aburrido hablar de Dios, no olvidemos que podemos acudir a ÉL y rogarle que nos perdone nuestra falta y nos enseñe a amarle más como ÉL demanda y merece. También podemos pedirle que nos conceda el don de no desperdiciar el tiempo cuando estamos reunidos con otros hermanos, sino que hablemos de Cristo y nos gocemos en su obra.


El “hablar de Cristo” en mi humilde parecer, incluye una gran variedad de ideas. Podemos “predicarnos el Evangelio” (como sugiere Jerry Bridges en su libro LA DISCIPLINA DE LA GRACIA), podemos hablar de alguna experiencia en la que claramente vimos algún atributo del Señor, podemos comentar alguna respuesta del Señor a nuestra oraciones o incluso intercambiar pedidos de oración. También podemos comentar de cómo el Señor nos ayudó a pasar una prueba dura, o de cómo un pasaje de las Escrituras cobró un nuevo sentido para nuestras luchas contra el pecado. Podemos además, recomendarnos sitios de internet, artículos cristianos, libros edificantes y muchas otras cosas que quizás tú tienes en mente y yo las he pasado por alto.

En la carta a los Efesios encontramos palabras inspiradas por el Espíritu de Dios en lo que respecta a nuestro hablar como cristianos: “Antes bien, sed llenos del Espíritu, HABLANDO ENTRE VOSOTROS con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” Efesios 5:18-20.


El hablar de Cristo es una actividad más sublime que el habla misma, pues es exclusiva de los hijos de Dios. Si bien hay veces que compartimos el Evangelio con incrédulos, y ciertamente que eso es una obra increíble, el compartir el Evangelio con nuestros hermanos es algo muy especial. Tan especial que quizás se ha vuelto natural para ti, como lo ha sido para mí. Se ha vuelto “normal” hablar del Señor con los hermanos en la fe, y ahora que no podía hacerlo, Dios me estuvo enseñando a valorarlo más aún.

“Bendeciré a Jehová en todo tiempo;

Su alabanza estará de continuo en mi boca.

En Jehová se gloriará mi alma;

Lo oirán los mansos y se alegrarán.

Engrandeced a Jehová conmigo,

Y exaltemos a una su nombre.”

Salmo 34:1-3

 
 
 

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